Después de casi dos meses sin pasarme por aquí vengo a reflexionar sobre algo que creo que es importante que todos tengamos en nuestra cabeza para poder avanzar en un momento de nuestra vida: ¿Tenemos qué dar siempre el 100%?
Es un término que traemos prácticamente implícito desde que somos pequeños y según vamos creciendo lo escuchamos casi a diario en el colegio, con los amigos, con nuestras relaciones o en el trabajo. Durante mucho tiempo, y aún mucha gente lo sigue pensando, he tenido claro que era vital dar el 100%. Hace poco me di cuenta de mi error (o quizás no hace tan poco) y es que no todos tenemos el mismo 100% y no todos podemos arrancar la misma versión siempre.
Igual que existen personas con las que sacamos nuestra mejor y peor versión, existen momentos en los que un 10% ya es admirable y otros en los que un 95% será poco, también tenemos que valorar que quizás nuestro valor máximo no será siempre el mismo ni todo el mundo lo va a sentir o percibir de la misma manera.
No estoy diciendo con esto que seamos personas distintas con cada quién que se nos cruza, al revés, tememos que ser nosotros mismos en cada instante y esas personas que nos rodean en la vida, si hemos escogido bien, te aportarán lo que falte para poder llegar al final del día en condiciones igual que tú mismo lo harás por ello cuando sea necesario. Esa es la realidad del 100%, se puede obtener siempre pero a veces necesitarás ayuda y no podrás solo.
Si puedes, hazlo, si no puedes, asumelo y apóyate en quién quiera tu bien que así será más fácil. Mientras me sigo derritiendo en mi caluroso verano sevillano os dejo que sigáis buscando el camino correcto hacia vuestra mejor versión
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