Después de los primeros días del año vuelvo por aquí con un pensamiento en la cabeza que me gustaría compartir con todos vosotros mi fiel infantería de lectores.
¿En qué estamos convirtiendo las fiestas de Navidad? Y lo digo yo que soy el primero al que le gusta subir a sus redes sociales absolutamente todo lo que va viviendo pero... Creo que estamos cruzando los límites. Cuando estamos más preocupados de grabar la fiesta de fin de año o la cena familiar que de disfrutarla con los nuestros tenemos un problema, cuando durante la cabalgata estamos más tiempo con el móvil que por el suelo cogiendo caramelos algo no estamos haciendo bien.
Y esto mismo es extrapolable a todo en nuestro día a día, nos perdemos ese momento de felicidad máxima de gol de nuestro equipo por grabar con el móvil, convertimos en artificial el beso que nos damos con nuestra pareja poniendole foto al momento. Ansiamos contar a todo el mundo todo aquello que pasa en nuestra vida así sea tanto bueno como malo y yo a eso le veo más problemas que ventajas.
Si enseñas tus debilidades aquellos que no quieren tu bien irán por ti y si muestras tus cosas buenas recibirás más envidia o críticas que buenas palabras. Vivimos en la sociedad más avanzada de la historia y se nos está olvidando como era eso de salir a hablar con alguien algo importante o dar un abrazo con el corazón y no con la pantalla del móvil enfocando.
Los mejores momentos son aquellos que sólo quedan grabados en la memoria o en el corazón del que los vive y eso por muy buenos que seamos no lo capta ni la mejor de las camaras
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