Como si de un gran teatro se tratara vamos avanzando segundos al reloj de nuestras vidas sin que podamos si quiera pararnos a pensar en lo que está pasando, en lo que nos rodea y en quien nos acompaña por estos caminos sin descrubir.
Sueño como cada noche de verano (ni que fuera Shakespeare) con que el día de mañana puede pasar algo distinto, algo que se salga de lo normal, algo que me cambie la vida para siempre. Dicen algunos que la suerte hay que buscarla, que la suerte no se tiene pero... ¿Sabéis? ¡No estoy nada de acuerdo!.
Siempre he pensado que la vida se trata de estar en el momento adecuado en el lugar adecuado... La vida no espera a nadie y nunca existen dos oportunidades iguales... Las habrá mejores o peores pero jamás iguales.
La vida te puede cambiar en segundos para siempre y tú ni siquiera poder hacer nada, quizás me equivoque y podamos buscar la suerte pero lo que desde luego no tiene discusión alguna es que todos hemos tenido en mayor o menor medida "suerte" antes incluso de saber que existía.
¿Acaso elegimos el colegio donde estudiamos desde pequeños? ¿Acaso decidimos el barrio donde crecemos y el parque donde jugamos? Muchas veces he leído esa frase tan típica y maravillosa de "los amigos son la familia que se elige" pero también depende de donde nacemos, crecemos y vivimos así que una vez más ahí está nuestra vieja amiga la suerte haciendo de la suyas.
Siempre busco algo escribiendo, nunca tengo un patrón cuando lo hago (no se ni cuando ni sobre qué escribiré) pero me lo demanda el corazón. Mi reflexión de está calurosa noche de verano es que debemos pegarle el empujón definitivo a la suerte para que, dentro de nuestras posibilidades sea más fácil estar en el momento correcto en el lugar idóneo.
¿Pasará algo mañana que cambie tu vida? No te voy a decepcionar... ¡Seguramente no! Al 99% no... ¡Pero oye!
Yo siempre fui mucho (muchísimo) de ese 1 %.
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