Volviendo a casa después del duodécimo día seguido en el que la lluvia riega las calles de Sevilla me pongo a pensar en el pasado más lejano, en aquel tiempo para el que ya hay que echar bastante atrás la mirada.
Recuerdo lo ilusionado que me levantaba cada mañana de reyes (aunque lo siga haciendo), recuerdo lo expectactente que andaba la noche antes a cada primer día de clase o lo nervioso que me ponía cada cita con el dentista (que no es que haya cambiado mucho)
Son recuerdos, que más o menos felices, no serán ya nunca nada más que eso... Simples recuerdos. Eran momentos especiales que añoramos tanto por lo que fueron como por con quien los vivimos y nada nunca nos hará sentir igual.
Nada es lo mismo cuando lo hacemos por segunda vez, nada sabe igual cuando lo repetimos, nunca fui demasiado fan de que las cosas salieran fáciles y a la primera, quizás porque la vida me enseñó a que así fuera.
La nostalgia, el echar de menos, es el sentimiento más universal que existe, cuando nos acostumbrarnos a algo en nuestra vida eso se convierte en peligroso porque perdemos el miedo a perderlo y es cuando más fácil puede dejar de estar ahí.
En definitiva, cuando echéis de menos un recuerdo... Intentad no alimentarlo, cread uno que os haga sentir algo parecido. Cuando echéis de menos a alguien intentad valorar un poco más a quien está a vuestro lado, ha decidido regalaros parte de su vida. Nunca dejéis de creer en vosotros mismos pero nunca penseis que será fácil o que lo habéis conseguido a las primeras de cambio...
¡La vida no es una película de Disney!
Comentarios
Publicar un comentario