Como una tormenta de verano en la Sevilla de los 40° a la sombra o un día de sol en la vetusta Londres, las cosas especiales y diferentes no nos gustan. No nos engañemos, no lo han hecho nunca, desde tiempos inmemoriales hemos sentido miedo a salirnos de lo habitual.
Cuando somos pequeños nos enseñan a dibujar una casa y un sol brillante y por supuesto todo esto sin salirnos del papel, siempre me pregunté que tenían de malo los días lluviosos. Cuando crecemos nos enseñan a comer tarta y beber batidos en los cumpleaños o a tomar 12 uvas cada 31 de diciembre. ¿Qué tienen de malo los lacasitos los 31? ¿Y los zumos de piña en los cumples?.
Cuando ya somos independientes somos nosotros mismos los que desarrollamos un miedo obsceno casi a hacer algo distinto, vestir distinto e incluso querer distinto. Y amigos míos, este es uno de los comportamientos más equivocados que existen.
Porque en un mundo en el que se trabaja en cadena, en el que nos educan como robots humanos es increíble ver a ese tipo de personas que se atreven a romper los moldes, que se consideran raro. Si dais con alguien así, un consejo (una petición más bien), no le tapes, no le cortes, déjalo que sea tal y como es porque esa persona... ¡Cambiará el mundo!
Asi que amigos míos recordad que la vergüenza o el miedo a hacer lo que queréis o sentís hacer nunca será mala porque lo diferente... ¡Es lo valioso!
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