Os escribo mientras deambulo por las calles de Sevilla con la única intención de despejar mis pensamientos al igual que el sol ha despejado hoy la londinense niebla que cubría nuestra querida ciudad de buena mañana.
Se me vienen sentimientos encontrados, las noches son duras para aquellos con remordimientos difíciles de evitar y que, por mucho que quieren, no son capaces de evitar estar bajos de ánimos en momentos como este. La oscuridad es la antesala de la tristeza, las lágrimas nos vienen cuando más vacío ocupa nuestro corazón.
En el día como en la vida todo se va apagando poco a poco, todo va perdiendo el color y el brillo que tenían en un principio y a su vez aquello que parecía eterno empieza a coger color no se de tener final sino de tenerlo más cerca de lo que nunca quisimos temer.
Por otra parte no todo es malo, existen sentimientos que nunca terminan, porque nunca dejarás de querer abrazar a tu madre, porque nunca dejarás de emocionarte con tu música favorita y porque nunca dejarás de esperar con ilusión la noche de reyes (no te engañes)
Mucha gente toma la decisión en su vida de ser como una vela y encenderse sólo cuando hace falta. Yo, sinceramente, prefiero ser faro y alumbrar contra viento y marea cada segundo de la noche.
Y pensaréis... ¿Cómo afronto con optimismo la semana después de esto?
¡Sencillo! Nunca dejéis de iluminar con vuestra sonrisa al mundo, que a pesar de existir todo tipo de armas para matar pocas cosas son más poderosas que la felicidad
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